top of page

8.8: Crónicas de un recuerdo anunciado

  • Foto del escritor: Nicolas Ferreira
    Nicolas Ferreira
  • 22 sept 2016
  • 3 Min. de lectura

¿Todo de nuevo? Así parece, armar nuestras casas de nuevo, volver a confiar en las autoridades, creer que es posible vivir sin miedo a una catástrofe, pero sobre todo, ser capaces de poder superar este dolor, este vacío que se nos hace en el corazón.


Un tanto embriagados de adrenalina, sordos de tanto gritar y roncos de tanto escuchar, así salimos de la Quinta Vergara esa noche. El ambiente era festivo, la noche serena, el tiempo calmo y las aves no hacían presente nuestro camino. La gente feliz celebraba el fin de semana más movido del año, claro, en la ciudad más importante de Sudamérica por esas fechas (o es por lo menos lo que nos gusta pensar en Chile). Calle Álvarez, uno, dos, tres, cuatro, cinco cuadras. 27 pasos a la izquierda edificio no muy alto, pero lo suficiente para sentir el vértigo de la caída, ascensor, piso 4, departamento al fondo del pasillo. Entra Cecilia, Rodolfo y por supuesto Ella sonriente se me adelanta… 30 segundos, solo 30 segundos fue el margen de error… tiembla, suave apenas lo siento, me paro, sigue, aumenta, se calma pero no cesa; in crescendo… siento el temor en el aire, la miro, palpita su desesperación, ya está pasando digo (miento), golpe, ruido, remezón, esto es terremoto dice alguien, no para, gritos… puerta abierta, pies descalzos suenan contra el suelo, al fin estamos todos, un brazo imponente impide que mis compañeros salgan disparados por el pasillo, miro al frente, dos muchachas aterradas gritan envueltas en el terror del momento, logro ver parte de su apartamento, flashes, quebrazones, el televisor al suelo.

A lo lejos escucho los perros aullar, infinidad de alarmas se suman en un sonido que pone los pelos de punta. Justo cuando ya no podía ser peor, cuando no podía seguir por mucho más, se volvió más fuerte, siento como las vigas del departamento empiezan a crujir e inevitablemente a ceder, siento taladrar mi tímpano con la trizadura del cielo de la habitación, solo para luego quedarme con el “Dios mío haz que pare por favor”. Segundos después, fui yo mismo quien se entregó a su voluntad.

Baja la intensidad, nunca sabré si finalmente terminó o solo nos acostumbramos a un ritmo más cadente, sé que tengo pocos segundos para actuar, no sé cuando vendrá el otro, el que finalmente puede echar el edificio abajo.

Celular, dinero, llaves. Salgo raudo de la habitación, se va la luz, la busco en la oscuridad, no está se esfumó. Salgo, corro, bajo los 4 pisos como si fueran 4 peldaños, los vecinos se agolpan en las puertas, algunos, gritan, otros lloran, algunos se hacen los indiferentes; pero todos estamos asustados, eso se sabe, se ve.

En la calle el desastre no es menor que al interior de las viviendas, es tierra de nadie, las micros pasan repletas y a toda velocidad esquivando autos que van en sentido contrario, los cuales a su vez, esquivan los borrachos que a esa hora pululan en las cercanías de la calle Valparaíso. Información cero. No existen los celulares, mucho menos el Internet, nadie sabe nada, y aquellos con más imaginación inventan epicentros y adivinan el grado del sismo. Las horas pasan hasta que finalmente nos enteramos de la realidad, “Concepción”, dice alguien… dice que fue sobre 8, cuando pudimos finalmente sintonizar nuestra propia radio, estaba confirmada la noticia, Terremoto de Chile, 8.8 grados.

Lo que sucede después es confuso en mi cabeza, puede ser por una mala mezcla de trauma-sueño-desorientación-rabia, pero sí hay algo que tengo claro: todos aquéllos que estuvimos la noche del 27 en la costa, confiamos en la determinación del Gobierno en que no era necesario subir al cerro, en que habían unas boyas mágicas regadas por el pacífico y que, de ser necesario, se nos avisaría con al menos 15 minutos de anticipación que debíamos evacuar. Seguro es lo mismo que pensó la gente de Dichato o la de Pichilemu… Sí recuerdo haber escuchado en ese momento a Bachelet decir “El SHOA nos indica que no hay alerta de tsunami para ninguna zona de Chile, por lo que llamamos a la calma, ahora… si yo estuviera en la playa… subiría al cerro” (imagino que fue una tincada como la del Transantiago) lo curioso es que a esa hora ya se sabía del tsunami de Juan Fernández, confirmado, de hecho, en entrevista.

¿Y ahora qué? ¿Todo de nuevo? Así parece, armar nuestras casas de nuevo, volver a confiar en las autoridades, creer que es posible vivir sin miedo a una catástrofe, pero sobre todo, ser capaces de poder superar este dolor, este vacío que se nos hace en el corazón cuando recordamos a nuestros compatriotas muertos, mártires del olvido. Superar este luto intenso, esta herida abierta que parece recién, después de un año, terminamos de sufrir.


Publicado en ElConcecuente marzo-2011


Commentaires


Entradas destacadas
Entradas recientes
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
  • Wix Facebook page
  • Wix Twitter page
bottom of page